Resulta que la vida me obsequió con un gran Amor antes de ser Madre de mi maravilloso polluelo. Corría el año 1.999 (¡todavía el Siglo XX!) y servidora era una jovenzuela de 25 (ya podéis echar cuentas, cotillas... que os lo he puesto bien fácil ;))
Una tarde de Marzo, mi cuñada Elena trajo al mundo un precioso, rollizo y enorme bebé de más de 4,500 Kg de peso. Moreno, con los ojos muy rasgados y un hoyito en la barbilla, inconfundible marca de la casa materna. Mi querido hermano acababa de ser Padre. Y yo, me convertí en una felicísima tía llena de orgullo y repleta de amor hacia ese pequeño ser que acababa de inundar de luz tantas vidas.